Que un mundo sin gatos sería un
verdadero infierno, asegura en el cotidiano romano La Repubblica el veterinario
Alan Beck, no sólo porque extrañaríamos
la belleza que ponen en nuestras vidas esos magníficos animales, sino por las
epidemias que traería aparejada la explosión de roedores y pequeños reptiles que
se apoderarían del planeta.
Según el director del Centro de
Investigaciones de las Relaciones Humano-Animales de la Universidad
norteamericana de Purdue se trata de un escenario preocupante, porque diversas variedades de la
especie se hallan en vías de extinción y países como Bélgica se proponen
esterilizar de aquí al 2016 a todos los gatos que habitan dentro de sus
fronteras.
Quizás en el fondo de tal antipatía
esté la creencia de que los gatos se alimentan principalmente de pequeñas aves,
que es errada porque su dieta la constituyen animales que son dañinos para el
hombre.
Un estudio realizado hace mucho
tiempo en Gran Bretaña demostró que los gatos domésticos ingleses liquidaban
anualmente unos 200 millones de animales entre ratas, ranas y serpientes,
aparte del número impreciso de presas que no son consignadas a sus patrones
sino abandonadas o devoradas por los eficaces cazadores.
Y otro, esta vez en Nueva
Zelandia, comprobó que el número de ratas se cuadruplicó en una isla del
archipiélago a raíz de la desaparición de los gatos y disminuyó el número de
pájaros, cuyos huevos son el plato favorito de los roedores.
Con la conclusión obvia es que si de
un día para otro desaparecieran los 220 millones de gatos domésticos del planeta,
también escasearían los cisnes, los patos y los albatros que, como aquellos, se
alimentan de pequeños roedores.
Una perspectiva espeluznante para
estimular aún más nuestro afecto por el apacible compañero que ronronea sobre
nuestro regazo, sobre todo al evocar los problemas emocionales que explotarían
si careciésemos de la compañía de esas mascotas que, a pesar de la intimidad,
jamás renuncian a su independencia y aumentan nuestra autoestima.
Sin olvidar de que una revista
especializada ha confirma que las defensas contra las alergias se refuerzan en
los niños por el contacto con un gato en el primer año de vida y que, según
otra, tener un felino en casa contribuye a una existencia más sana y feliz,
porque sus propietarios tienden a la extroversión y son menos temerosos de
acercarse a las otras personas.
Gabriel Rumor
Toscana,
febrero 2012.
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